Bailaba en la calle
De hecho, la calle era su medio
La danza, la calle, su arte,
y nunca pasaba desapercibida,
pues en la calle nadie bailaba con ella,
la llamaban maría, la bailaora,
aunque era de Alella,
y lo suyo era la danza contemporánea,
aunque claro, aprovechaba ella,
que el ahora siempre cambia,
así que nunca repetía un baile,
como nunca se repetía el día.
María bailaba de un modo sensible,
Tan sensible que lloraba y reía a partes iguales,
Y nunca sin sentido, fundía sus percepciones
En el ritmo, la velocidad, la temperatura.
Con las miradas, los andares, los sonidos,
También el tiempo, la mañana, la noche,
El invierno, la primavera, el verano.
Y nadie diría que no bailase bien,
Tan solo que nadie la entendía,
El estilo es un excusa para no tenerlo,
Decían los entendidos que la veían,
Cualquier ruido susceptible de oírse,
Cualquier contexto visual, social
Era acompasado harmoniosamente
Con sus movimientos, espasmos, vibraciones.
De lo más suave a lo más estrepitoso.
Le daba lo mismo un papel lanzado de la mano de un niño,
Que la carrera de un perro por la hierba del parque,
Bailaba entre palabras, entre suspiros,
Fascinada por las luces de los coches,
Por las risas de los jóvenes,
Y la compasión de los viejos,
Y aunque no salía muchas veces a la calle,
Todos la conocían
Porque cuando salía lo hacía apasionada,
Enamorada de la danza, de su cuerpo,
Y sin embargo,
María, la bailaora,
Era parapléjica
y estaba loca.